Consecuencias de castigar a un perro

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Desde un punto de vista conductista, un castigo es toda aquella acción capaz de provocar una reducción en la frecuencia, la duración o la intensidad de un comportamiento en concreto. En este sentido, la educación canina más tradicional se basa en castigar de manera sistemática todas aquellas conductas que se consideran inapropiadas o indeseables con el objetivo de que el perro aprenda a inhibirlas por completo. Aunque esta metodología pueda parecer efectiva a corto plazo, debemos saber que conlleva un gran número de consecuencias negativas para el animal, tanto a nivel físico como psicológico, que afectan a su bienestar y reducen su calidad de vida.

Si te estás planteando incorporar un peludo a la familia o ya convives con un perro y te gustaría aprender más sobre educación canina, en este artículo de ExpertoAnimal te explicamos qué tipos de castigos existen y cuáles son las consecuencias de castigar a un perro.

Tipos de castigos en perros

En el ámbito de la educación canina, tanto los refuerzos como los castigos se dividen en dos grandes grupos: positivos y negativos. Esta terminología puede generar cierta confusión, pues estamos acostumbrados a asociar la palabra “positivo” con algo bueno y “negativo” con algo malo, pero en este caso no es ese su significado.

Las diferencias entre un tipo de castigo y el otro son las siguientes:

  • Castigo positivo: el término “positivo” hace referencia a que, inmediatamente después de que el perro realice una conducta que nos resulta indeseable (ej. ladrar), se añade en su entorno un estímulo desagradable con el objetivo de reducir la frecuencia, duración o intensidad de dicha conducta. Ejemplos de ello serían los golpes físicos, los tirones secos de correa, los gritos y amenazas o la activación de un collar de impulsos eléctricos.
  • Castigo negativo: la palabra “negativo” se refiere a que, en el momento en que el perro lleva a cabo una conducta que consideramos indeseable (ej. ladrar), se retira de su entorno un estímulo agradable con el objetivo de reducir la frecuencia, duración o intensidad de dicha conducta. Por ejemplo, quitarle la comida, retirarle un juguete, dejar de prestarle atención o finalizar el paseo por el parque.
  • ¿Qué consecuencias puede tener castigar a un perro?

    Todos los perros tienen, de vez en cuando, comportamientos que nos incomodan o nos desagradan y que queremos que dejen de hacer, como pueden ser tirar de la correa durante el paseo o ladrar desesperadamente cada vez que suena el timbre de casa.

    Es algo normal desear que nuestro peludo inhiba un comportamiento en ciertas ocasiones y, de hecho, la extinción de conductas forma parte de muchos programas de modificación conductual. Lo más importante en este caso es saber identificar correctamente la causa por la cual nuestro perro se comporta de la forma en que lo hace y trabajar de forma gradual y empática para lograr reducir el comportamiento en cuestión, respetando siempre la integridad física, emocional y social del animal, sin provocarle perjuicios ni afectar negativamente su nivel de bienestar.

    Para ello, resulta imprescindible conocer cuáles pueden llegar a ser las consecuencias del uso y abuso de los castigos en el ámbito de la educación canina.

    Aparición y agravamiento de inseguridades, miedos y fobias

    En muchas ocasiones, aquello que consideramos un mal comportamiento no es más que una reacción natural de nuestro perro ante algo que le genera cierta inseguridad o que le asusta y que no sabe gestionar de otra manera. Si, como tutor, castigas dicha reacción, puede empeorar su miedo (o aparecer si antes no lo tenía) y terminar desarrollando una fobia importante que afectará seriamente a su salud emocional. Esto puede ocurrir, por ejemplo, si regañas a tu perro cada vez que le ladra a los perros con los que se cruza por la calle o si utilizas un collar antiladridos. Si tu perro ya se siente excitado o inseguro ante la presencia de otros canes, añadir un castigo a este contexto puede hacer que el estímulo en cuestión sea visto como algo cada vez más negativo y/o amenazante, aumentando su ansiedad. En este otro artículo te explicamos Qué hacer si tu perro ladra a otros perros.

    Aumento de la frustración y del sentimiento de confusión

    Cuando un perro llega a casa es importante que todos los miembros de la familia se pongan de acuerdo a la hora de establecer unas normas coherentes de convivencia y que sean consistentes con ellas. pues, si no ocurre esto, el animal puede terminar confundido y desarrollar problemas de estrés. Esto puede pasar cuando, por ejemplo, el tutor del perro unos días le grita y amenaza por subirse al sofá mientras que otros días le refuerza por ello.

    De la misma forma, castigar sistemáticamente conductas que para un perro son completamente naturales (como excavar, comer comida de la calle, perseguir gatos o revolcarse en el barro) sin tan siquiera ofrecerle ninguna alternativa de acción, puede resultar extremadamente frustrante para el animal, que no entenderá el motivo por el cual se le regaña y, por tanto, no aprenderá nada de esta situación más que evitar ser visto cuando realiza ciertos comportamientos.

    Desarrollo de problemas de estrés y ansiedad

    Uno de los mayores errores que se suelen cometer a la hora de castigar al perro es el hacerlo desde un punto de vista antropomorfo, es decir, considerando que el perro está comprendiendo el motivo de la regañina como si de otro humano se tratase. Los perros no hablan nuestro idioma, por lo que muchas veces no saben por qué estamos tan enfadados con ellos y eso es algo que genera mucho estrés y frustración. Castigar sistemáticamente conductas que para ellos son completamente naturales (como excavar agujeros, comer comida de la calle, perseguir gatos o revolcarse en el barro) sin ofrecerles siquiera una alternativa de acción o regañarles por algo que han hecho hace rato (como cuando llegamos a casa después de trabajar y nos encontramos un destrozo), son ejemplos de situaciones que no comprenderán y de las cuales no aprenderán nada. Por ello, si te preguntas si sirve castigar a un perro, la respuesta es no.

    Aparición o incremento de conductas amenazantes o agresivas

    Aprender a reconocer e interpretar el lenguaje canino es uno de los aspectos más importantes a la hora de tener un perro, pues ignorar la forma en que estos animales se comunican puede llevarnos a vivir situaciones indeseables. Por lo general, cuando un perro se siente incómodo en un contexto o ante el comportamiento de un individuo en concreto, como puede ser su tutor, este se lo hará saber a través de su lenguaje corporal y sus expresiones faciales. Al principio, emitirá señales de calma como pueden ser apartar la mirada, bostezar o relamerse para pedirle que se aleje y, si estos movimientos son ignorados, aumentará su intensidad, pasando a mostrar señales de amenaza, como gruñir o arrugar el hocico.

    Esto, que forma parte del lenguaje normal de los perros, es malinterpretado por muchos tutores, quienes regañan a sus perros si les gruñen o les enseñan los dientes. Al castigar estas señales, el animal siente que no son útiles, por lo que puede optar por pasar directamente a la agresión como forma de expresión, lo cal puede resultar peligroso.

    Deterioro del vínculo entre el perro y el tutor

    Una de las consecuencias más evidentes del castigo sistemático y abusivo es la destrucción del vínculo entre el perro y su tutor. Un can que no se siente comprendido y al que castigan con frecuencia no confiará en su tutor y mostrará una actitud cauta ante él. El miedo a ser castigados es el motivo por el cual muchos perros evitan, por ejemplo, regresar con sus tutores cuando estos les llaman o llevar a cabo algunas conductas si saber que están siendo observados. Además, la ansiedad que supone para ellos en muchos casos vivir en un ambiente de incertidumbre puede provocar la aparición de problemas como estereotipias o la indefensión aprendida.

    Indefensión aprendida y comportamiento apático

    La indefensión aprendida es un estado de pesimismosimilar a una depresión, que puede desarrollar un animal cuando siente que no hay nada que pueda hacer para mejorar la situación en la que se encuentra, por lo que “se rinde” y deja de responder ante los estímulos. Los perros pueden sufrir indefensión aprendida cuando son sometidos con frecuencia a castigos inconsistentes, incoherentes, dolorosos o que no son capaces de comprender. Al asumir que van a ser castigados por sus conductas, dejan de realizarlas y se vuelven apáticos. Llegado este punto, los tutores consideran que su entrenamiento ha sido eficaz y que han logrado educar con éxito a sus perros, cuando lo que realmente han hecho ha sido provocarles tanto miedo que no se atreven a reaccionar, y esto es algo que perjudica gravemente su salud y su bienestar.

    Lesiones físicas provocadas por herramientas de castigo

    Cuando los castigos son físicos y se efectúan a través de herramientas dañinas pueden provocar, como resulta evidente, lesiones en el animal que en muchos casos acaban requiriendo de atención veterinaria urgente. Este es el caso de los collares de descargas eléctricas, que pueden causar quemaduras graves o de los collares de ahorque o de pinchos, que pueden provocar colapso traqueal y asfixia.

    ¿Sirve castigar a un perro?

    Tras repasar las consecuencias del castigo en perros tal y como lo conocemos, podemos deducir que no sirve de nada castigar a nuestro perro, puesto que esta acción únicamente desarrollará en él miedo, frustración y desconfianza. Por ello, muchos tutores de canes hacen afirmaciones como “he pegado a mi perro y ahora me tiene miedo”. En estos casos, es importante darse cuenta del error, no volver a cometerlo, ganarse de nuevo la confianza del perro y, sobre todo, aprender a utilizar herramientas y técnicas respetuosas con el animal.

    ¿Se puede educar a un perro sin utilizar castigos?

    Afortunadamente, hoy en día existen tanto tutores como profesionales de la educación canina que rechazan por completo la utilización de herramientas o técnicas que pueden provocar al animal daños a nivel emocional o físico y optan por una metodología de entrenamiento y educación basada en la evidencia científica y en el respeto a los animales.

    Algunos enfoques, como el adiestramiento cognitivo-emocional, se centran en estudiar, comprender y potenciar las capacidades físicas, cognitivas, sociales y emocionales de los perros para poder ayudarles a gestionar mejor su entorno. La modificación de conductas, en este caso, se realiza a través de ejercicios muy planificados, basados en la empatía, que se adaptan a las necesidades de cada perro en particular y que buscan abordar la causa del problema y no las manifestaciones conductuales del mismo, dotando al animal de autonomía y capacidad de decisión. Es decir, desde esta perspectiva no se busca, por ejemplo, “eliminar el ladrido”, sino encontrar la causa del ladrido y trabajarla.

    Esta y otras metodologías actualizadas y respetuosas con los perros no tienen por qué eliminar por completo el uso de, por ejemplo, ciertos castigos negativos, sino que los emplean de forma que sean comprensibles para el animal, que no le provocan ningún tipo de perjuicio físico ni emocional y siempre acompañados de alternativas de acción que son intensamente reforzadas.

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